Como cristaliza la diminuta composición del agua convirtiéndose en hielo, como crece extendiendo sus brazos frágiles de cristal. Como una delicada sinfonía une sus notas creando melodía, así unen los copos de hielo sus brazos creando un ecosistema frágil de microscópicas dimensiones. Y digo frágil porque cualquier cambio meteorológico, de peso-presion, movimiento... puede desencadenar una acatombe de microroturas sentimentales, haciendo que ese hielo junto se parta. Imagina una cumpre nevada, un día soleado y a continuación una noche muy fría... bastaría un animal, un montañero o esquiador, una rapaz en busca de alimento o una simple corriente de aire que empuje hojas secas sobre la nieve con más fuerza de la correspondiente para provocar una avalancha. Treinta toneladas de nieve deslizandose hacia abajo con una velocidad superior a cien kilómetros por hora.
El amor es como un copo de hielo, tiene siempre sus brazos abiertos y dispuestos a fusionarse con otros brazos también abiertos y dispuestos a fusionarse, ya sea frío o caliente.
El amor es una fusión de dos personas, de dos copos de hielo, que comparten su composición biológica/química H20 pero en diferentes estados, esta vez sólido. Igual, dos personas se funden en una sola cuando hacen el amor, cuando su confianza alcanza el grado de plenitud capaz de dejar en la otra persona el poder de arruinarte la vida, de quitarte todo lo que tienes o de hundirte en la más absoluta miseria dejándote humillado y desvalido confiando en que esto no ocurrirá.
El tiempo necesario para que mi anatomía se funda con la tuya... sólo Dios lo sabe, pero hoy, puedo decir que soy un copo de hielo, que mis extremidades cristalinas están fundidas con las tuyas, mientras el interior, aún helado lucha por formar parte de esta "crazy fusion" contigo.
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